Una tarde, vinieron tres pequeñas criaturas enviadas por el infortunio y acamparon junto a mi corazón. Allí, decidieron cortarlo de manera irregular en esa misma cantidad de partes. Cada criatura decidió llevarse su latente tercio a los confines lejanos de la dimensión que habitan. Lejos una de otra, las partes no logran conciliar sentimientos sencillos como de costumbre y se cansan de emitir latidos que se pierden a la merced de las criaturas, quienes distraídas, no recuerdan regresarlas a mi pecho.